Marc Andreessen, un destacado capitalista de riesgo e innovador tecnológico, declaró recientemente que su profesión podría ser una de las últimas en resistir la automatización por inteligencia artificial. Este artículo examina el argumento de Andreessen, explora el potencial de la IA en el capital de riesgo y cuestiona si su visión del papel de un VC se alinea con la realidad.
Marc Andreessen, el reconocido capitalista de riesgo y cofundador de Andreessen Horowitz, cree que su profesión es singularmente inmune a las fuerzas disruptivas de la inteligencia artificial. Postula que el capital de riesgo, a diferencia de muchos otros campos, seguirá siendo un dominio donde la experiencia humana reina suprema, incluso cuando la IA impregne casi todos los demás aspectos de la vida.
El argumento de Andreessen se basa en la idea de que el capital de riesgo es un arte, no una ciencia. Sostiene que la capacidad de identificar y nutrir startups exitosas requiere una comprensión intangible e intuitiva que la IA simplemente no puede replicar. Utiliza ejemplos de diversas industrias, como la industria ballenera y los estudios de cine, para ilustrar el papel de los guardianes humanos en empresas de alto riesgo y alta recompensa.
Sin embargo, el autor desafía la perspectiva de Andreessen al resaltar varios puntos críticos. Primero, el autor señala que la propia descripción de Andreessen de la tasa de éxito del capital de riesgo – “dos de cada 10 de las grandes empresas de la década” – sugiere un alto grado de aleatoriedad y “casualidad” en el proceso. Esta imprevisibilidad inherente, argumenta el autor, podría ser una debilidad que la IA podría explotar.
Además, el autor presenta evidencia que contradice la afirmación de Andreessen de que la IA es incapaz de proporcionar valiosos consejos empresariales. Una encuesta de SAP revela que un porcentaje significativo de ejecutivos de nivel C en empresas multimillonarias ya confían en la IA para tomar decisiones empresariales y creen que ofrece mejores consejos que sus homólogos humanos. Esto sugiere que las mismas personas en las que Andreessen confía para su sustento ya están empezando a percibir su papel como potencialmente obsoleto.
El autor también critica la forma en que Andreessen retrata cómo funciona realmente el capital de riesgo. El autor señala que la industria ha operado históricamente como una “red de buenos amigos”, favoreciendo a los hombres blancos sobre las mujeres y las personas de color. Este patrón sugiere que las decisiones de capital de riesgo a menudo se basan en factores distintos del mero mérito, algo que la IA podría potencialmente rectificar.
El autor luego explora el potencial de la IA para interrumpir el panorama del capital de riesgo. Si la IA analizara la vasta cantidad de datos de decisiones de inversión pasadas, podría identificar patrones y criterios de éxito que los VC humanos pasan por alto. Esto podría conducir a un enfoque más diverso y meritocrático para financiar startups, potencialmente favoreciendo a las empresas en función de factores como su impacto en la humanidad o su promoción de la movilidad social.
El autor concluye reconociendo las posibles limitaciones de la tecnología de IA actual, particularmente en áreas que requieren un pensamiento crítico y creativo de alto nivel. Sin embargo, el autor argumenta que la calidad del trabajo de la IA puede no ser el factor determinante. La historia está llena de ejemplos de procesos automatizados que produjeron productos objetivamente inferiores, pero que aún así reemplazaron la mano de obra humana.
En última instancia, el autor sugiere que la creencia de Andreessen en la naturaleza irremplazable de su profesión proviene del deseo de mantener su estatus como guardián. El autor argumenta que la función principal que Andreessen está defendiendo no es simplemente invertir, sino el poder de controlar quién obtiene acceso a la influencia y los recursos. En este sentido, el autor está de acuerdo con Andreessen: ninguna máquina podría jamás reemplazarlo, porque el papel que valora se trata de mantener el poder, no necesariamente de tomar las mejores decisiones de inversión.
En última instancia, la afirmación de Andreessen de que la IA no puede reemplazarlo se basa no en la complejidad inherente del capital de riesgo, sino en su papel como guardián de la influencia. Una IA, centrada en el mérito en lugar de la afinidad personal, podría desmantelar esa posición, lo que potencialmente conduciría a un futuro más equitativo e innovador.
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