Una reciente discusión en X exploró un fascinante escenario “qué pasaría si”: ¿qué ocurriría si la fabricación de CPU cesara repentinamente? La investigadora de Google, LaurieWired, y la leyenda de la programación, John Carmack, ofrecieron perspectivas convincentes sobre cómo el mundo de la tecnología podría adaptarse a un futuro sin procesadores nuevos y más rápidos, imaginando un mundo donde la optimización del software se vuelve primordial y el hardware más antiguo experimenta un resurgimiento.
En un intercambio que invita a la reflexión en X, la investigadora de Google LaurieWired y la leyenda de la programación John Carmack exploraron el escenario hipotético de un “Día Cero de Fabricación” (Z-Day), donde cesa la fabricación de CPU. Este escenario, propuesto por LaurieWired, pinta un panorama sombrío del futuro del mundo tecnológico.
Inicialmente, LaurieWired predice un rápido deterioro en el primer año después del Z-Day. La escasez de nuevo silicio conduciría a un aumento vertiginoso de los precios de las computadoras y a un estancamiento en la capacidad de la nube. Además, los chips avanzados, construidos en nodos más pequeños, enfrentarían una degradación acelerada debido a la electromigración, un proceso donde el movimiento de átomos dentro de los materiales del chip causa fallas.
A medida que pasa el tiempo, la situación empeoraría. Un mercado negro de procesadores florecería, con las CPU Xeon volviéndose más valiosas que el oro. La tecnología informática retrocedería significativamente, posiblemente décadas. Los sistemas más antiguos, construidos en nodos más grandes, demostrarían ser más resistentes y se convertirían en los caballos de batalla de un mundo post-apocalíptico.
LaurieWired visualiza un futuro distópico 30 años después del Z-Day, donde la informática se asemeja a la de los años 1970 o 1980. El internet moderno desaparecería, reemplazado por intercambios de datos “sneakernet” utilizando SSD y una lucha constante para proteger el valioso hardware de escritorio de la confiscación.
John Carmack, conocido por su experiencia en programación y optimización, ofreció un contrapunto convincente. Enfatizó el potencial de que el hardware obsoleto permanezca funcional si se priorizara la optimización del software. La perspectiva de Carmack está arraigada en su experiencia, habiendo creado el motor gráfico de Doom en solo 28 horas en “hardware vintage”.
Carmack sugiere que los desarrolladores podrían pasar de productos modernos, interpretados y basados en microservicios a bases de código nativas y monolíticas. Este cambio requeriría un retorno a enfoques de programación más eficientes, que recuerdan las primeras épocas de la informática cuando la aplicación de parches en internet no era una opción.
Este cambio de paradigma obligaría a los codificadores a optimizar el software para que funcione eficientemente en hardware antiguo. Carmack reconoce que la innovación se volvería más desafiante sin la disponibilidad de recursos informáticos baratos y escalables.
Las ideas de Carmack, aunque enmarcadas dentro de un escenario hipotético, tienen relevancia práctica para el panorama informático actual. Por ejemplo, surge la pregunta: ¿Microsoft aún impondría estrictos requisitos de hardware si priorizara la optimización de Windows 11? Esto resalta el potencial de una mejor optimización del software para extender la vida útil y la usabilidad del hardware existente.
Además, la industria del juego podría beneficiarse significativamente de una mejor optimización. Al centrarse en la eficiencia, los desarrolladores podrían crear juegos con mayor rendimiento que se ejecuten sin problemas en una gama más amplia de hardware, lo que podría reducir la necesidad de actualizaciones constantes de hardware.
Un escenario de “Día Cero de Tape-out”, donde cesa la fabricación de CPUs, desencadenaría un apocalipsis tecnológico: precios exorbitantes, mercado negro de procesadores y una posible regresión a la tecnología informática de los años 70/80. Sin embargo, expertos como LaurieWired y John Carmack creen que la optimización del software, la transición a bases de código monolíticas y la priorización de la eficiencia podrían permitir que gran parte del mundo moderno siga funcionando con hardware más antiguo. Esto resalta los beneficios potenciales de revisitar estrategias de optimización a menudo pasadas por alto en la era actual de la computación fácilmente escalable; quizás sea hora de redescubrir el arte de hacer que cada byte cuente.
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