Bezos, MBS y el Precio del Silencio

Este artículo examina el reciente acuerdo entre Amazon, liderada por Jeff Bezos, y la empresa saudí de inteligencia artificial, Humain, para construir una “Zona de IA”, a pesar del historial de Arabia Saudí en materia de abusos contra los derechos humanos, especialmente el asesinato en 2018 del columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi. El texto explora las implicaciones éticas de la colaboración de empresas tecnológicas con regímenes represivos y cuestiona las motivaciones detrás de las acciones de Bezos.

En el ámbito de los gigantes tecnológicos y sus complejas relaciones con el poder, el autor comienza planteando preguntas provocadoras sobre los límites éticos de estos “amos de la tecnología”. La pregunta central gira en torno al plazo para hacer tratos con un gobernante soberano implicado en el asesinato de un periodista. Esto prepara el terreno para un examen de los recientes negocios de Amazon con Arabia Saudita, específicamente su asociación con Humain, una empresa de IA propiedad del príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman (MBS).

El núcleo del argumento se centra en el momento de este acuerdo. En octubre de 2018, Jamal Khashoggi, escritor del Washington Post (propiedad de Jeff Bezos), fue asesinado y desmembrado con la aprobación de MBS. Sin embargo, poco más de seis años después, Amazon anunció una asociación multimillonaria con una empresa directamente vinculada a la misma persona. Este marcado contraste resalta el punto central del autor: la aparente priorización de la ganancia financiera sobre las consideraciones éticas.

El autor enfatiza que el dinero saudí ha estado presente durante mucho tiempo en la industria tecnológica. Firmas de capital de riesgo, como Andreessen Horowitz, han cortejado activamente la inversión saudí. Este no es un incidente aislado, sino más bien un patrón de comportamiento. El reciente acuerdo de Amazon no es su primera incursión en Arabia Saudita; en marzo, la compañía prometió una inversión de 5 mil millones de dólares en centros de datos dentro del país.

El autor profundiza luego en el contexto de las ambiciones económicas de Arabia Saudita. El país está buscando agresivamente una economía impulsada por la IA, como lo demuestra la iniciativa “Proyecto 2030”. Este impulso está impulsado por la inminente disminución de la producción de petróleo, que amenaza el dominio financiero de Arabia Saudita. El autor sugiere que el comportamiento del país refleja el de una startup, que busca diversificar su economía y mantener su influencia global.

La discusión luego se traslada a Neom, un proyecto de ciudad futurista encabezado por MBS. El autor caracteriza a Neom como “vaporware”, un proyecto que ha enfrentado retrasos y reducciones. El asesinato de Khashoggi tuvo un impacto significativo en el proyecto, con figuras clave como Sam Altman y Ernest Moniz suspendiendo su participación. Esto subraya las repercusiones negativas iniciales del asesinato en la imagen de Arabia Saudita y su capacidad para atraer socios internacionales.

El autor luego plantea una pregunta retórica, desafiando directamente la postura ética de Bezos: “¿Cuenta la libertad de asesinar como una de las libertades personales que Bezos afirma atesorar?”. Esta pregunta confronta directamente la hipocresía de priorizar los intereses comerciales con un régimen que ha estado implicado en el asesinato de un periodista.

El autor luego se centra en la dinámica interna del Washington Post, destacando los cambios recientes y sus implicaciones. El autor señala que Bezos ha estado desmantelando el Washington Post, una institución periodística de primer nivel. El autor cita el nombramiento de Will Lewis, conocido por su participación en el escándalo de piratería telefónica en el Reino Unido, como evidencia de este cambio. Además, la decisión del Post de no respaldar a un candidato en la carrera presidencial de 2024, lo que resultó en una pérdida de suscriptores, se presenta como otro indicador del panorama cambiante.

El autor también destaca la salida de periodistas prominentes del Post, incluida Ann Telnaes, quien supuestamente se vio obligada a renunciar después de que se censurara una caricatura crítica con Bezos. El autor señala que Telnaes ganó recientemente un premio Pulitzer por su trabajo, lo que sirve como una crítica mordaz a las decisiones de Bezos. El autor concluye esta sección señalando que Bezos está haciendo tratos con aquellos que asesinan a periodistas por hablar.

El autor luego regresa al tema central del compromiso ético, cuestionando las motivaciones detrás de las acciones de Bezos. El autor sugiere que el acuerdo podría estar impulsado por la codicia o por “kompromat”, refiriéndose a información comprometedora que podría usarse para chantajear a alguien. El autor concluye enfatizando la línea de tiempo: le tomó aproximadamente cinco años a Bezos pasar de una sesión de fotos con la lápida de un reportero asesinado a hacer acuerdos de miles de millones de dólares con el presunto asesino. Esta línea de tiempo sirve como la ilustración definitiva de la crítica del autor a las fallas éticas del gigante tecnológico.

El artículo critica el reciente acuerdo de Amazon con la empresa saudí de IA, Humain, seis años después del asesinato del columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi. Destaca un patrón de empresas tecnológicas que priorizan las ganancias sobre la ética, asociándose con regímenes represivos a pesar de las violaciones de los derechos humanos, y cuestiona el compromiso de Jeff Bezos con la libertad de expresión y la prensa libre mientras desmantela el Washington Post. En última instancia, sugiere una normalización inquietante de un comportamiento moralmente corrupto dentro de la industria tecnológica, impulsado por incentivos financieros y potencialmente comprometido por anteriores brechas de seguridad.

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