Recientes artículos de opinión han sugerido que el abrazo de los multimillonarios tecnológicos a Donald Trump y la extrema derecha representa un cambio repentino en las inclinaciones políticas de Silicon Valley. Sin embargo, esta visión malinterpreta una tendencia más profunda: el creciente apoyo a las ideologías de derecha entre los líderes tecnológicos no es un desarrollo reciente, sino más bien un retorno a una creencia central de larga data dentro de la cultura de Silicon Valley.
Es tentador ver el abrazo de los multimillonarios de la tecnología a Donald Trump y la extrema derecha como un cambio repentino, una desviación de las inclinaciones políticas habituales de Silicon Valley. Sin embargo, esta perspectiva malinterpreta fundamentalmente la situación.
En lugar de una ruptura, esto es un regreso a casa. Si bien es cierto que muchos trabajadores de la tecnología todavía votan demócrata, la ideología central de los capitalistas de riesgo y los directores ejecutivos de Silicon Valley siempre ha estado arraigada en el libertarianismo de extrema derecha. Marc Andreessen, por ejemplo, afirma que el Partido Demócrata cambió, empujándolo hacia el Partido Republicano. Sin embargo, sus propias acciones y escritos, como su “manifiesto tecno-optimista”, revelan una creencia de larga data en la regulación gubernamental mínima y una visión autoritaria del poder de los oligarcas tecnológicos.
Los ideales de derecha de la industria tecnológica son más evidentes en sus visiones del futuro. El sueño de Elon Musk de colonizar Marte y las afirmaciones de Sam Altman sobre la IA superinteligente no son meras fantasías, sino algo fundamental en su cosmovisión.
El plan de Musk para Marte, que apunta a una colonia autosuficiente de un millón de personas para 2050, se enmarca como una lucha existencial. Sin embargo, las duras realidades de Marte – baja gravedad, alta radiación, falta de aire y suelo venenoso – lo convierten en un entorno menos hospitalario que la Tierra, incluso frente a un desastre.
Del mismo modo, Jeff Bezos visualiza un billón de personas en estaciones espaciales, temiendo el estancamiento y el racionamiento en la Tierra. Sin embargo, los recursos en el espacio son tan finitos como los de la Tierra.
Estas fantasías espaciales permiten visiones de control corporativo total, un paraíso libertario. El acuerdo de usuario de Starlink de Musk establece explícitamente que Marte es un “planeta libre” sin autoridad gubernamental basada en la Tierra. Los residentes de la colonia marciana de Musk dependerían enteramente de SpaceX, creando una ciudad de empresa. Las estaciones espaciales de Bezos serían civilizaciones de empresas, con la amenaza constante de descompresión y asfixia que proporciona un pretexto para el control autocrático.
La IA es la magia que alimenta estos sueños. La fe de los multimillonarios de la tecnología en la IA, particularmente la Inteligencia Artificial General (IAG), es fundamental para su cosmovisión.
A pesar de la creencia generalizada en Silicon Valley de que la IAG es inminente, hay poca evidencia que respalde esta afirmación. Una encuesta reciente de investigadores de IA reveló que el 76% cree que las redes neuronales no son adecuadas para crear IAG. Incluso más investigadores creen que la percepción actual de las capacidades de la IA es exagerada.
Esta creencia en la IAG está vinculada a la Singularidad, un punto hipotético donde la IA supera la inteligencia humana, lo que lleva a un rápido avance tecnológico y a la remodelación de la vida humana. Esta visión de la salvación tecnológica ha sido parte del inconsciente colectivo de Silicon Valley durante décadas.
Esta visión de la salvación tecnológica está profundamente arraigada en la cultura de Silicon Valley. Se remonta a los grupos futuristas de las décadas de 1980 y 90, y más atrás a la ciencia ficción de mediados del siglo XX y a los movimientos religiosos cristianos apocalípticos. Estas ideas han evolucionado, con la IA reemplazando a la deidad y el espacio reemplazando al paraíso.
Esta fe inquebrantable en la salvación tecnológica lleva a los multimillonarios de la tecnología a creer en el fin inminente del mundo y la llegada de uno perfecto. Creen que la IA y la colonización espacial conducirán a la utopía, garantizada algorítmicamente.
Esta fe en la IAG es tan fuerte que está influyendo en sus acciones. Eric Schmidt afirma que perseguir la IAG es la mejor manera de resolver la crisis climática, a pesar de la gran huella de carbono de los centros de datos de IA. Sam Altman está de acuerdo, creyendo que una IA superinteligente podría resolver fácilmente el cambio climático.
El plan de Altman para resolver el calentamiento global pidiéndole tres deseos a una máquina inexistente no es una solución viable. La fe de los oligarcas tecnológicos les ofrece la absolución moral y un sentido de significado. Sin embargo, esta fe no ofrece nada para el resto de nosotros, que debemos vivir en el mundo real.
El artículo sostiene que el reciente acercamiento de los multimillonarios tecnológicos a la extrema derecha no es un cambio repentino, sino una continuación de su ideología libertaria de larga data, alimentada por fantasías de control autocrático a través de la colonización espacial y la inminente llegada de una IA superinteligente. Estas visiones, arraigadas en creencias religiosas y apocalípticas históricas, ofrecen una absolución moral y un sentido de significado, pero no brindan soluciones tangibles a los desafíos del mundo real, especialmente la crisis climática, y corren el riesgo de desviar recursos de la acción práctica basada en una fe infundada en la salvación tecnológica.
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