Los gatos son, posiblemente, perfectos, y la evidencia sugiere que los felinos han alcanzado una forma genética “perfecta”. Estudiar a los gatos, particularmente sus colores de pelaje, ha informado varios aspectos de la genética moderna. Durante décadas, un color de pelaje de gato, el naranja, ha desconcertado a los científicos, pero una nueva investigación publicada en Current Biology revela una vía genética notablemente única responsable de esta coloración.
Los gatos, a menudo alabados por su percibida perfección, han experimentado una variación evolutiva mínima, lo que los convierte en un tema primordial para el estudio genético. Como afirma Leslie Lyons, científica veterinaria especializada en genética felina, “Todo lo que necesitas saber sobre genética, puedes aprenderlo de tu gato”. El estudio de las características felinas, como los colores del pelaje, ha contribuido significativamente a nuestra comprensión de la genética moderna.
Un aspecto particularmente intrigante de la genética felina es la coloración naranja del pelaje, que durante mucho tiempo ha desconcertado a los científicos. Este rasgo se observa predominantemente en los gatos machos, un fenómeno vinculado a una mutación en el cromosoma X. Durante décadas, los investigadores lucharon por identificar el gen específico responsable de este pelaje color calabaza.
Sin embargo, una investigación reciente, publicada simultáneamente en Current Biology, ha revelado una vía genética innovadora. Dos equipos de investigación independientes, uno de la Universidad de Stanford y otro de la Universidad de Kyushu en Japón, descubrieron de forma independiente un mecanismo único no observado previamente en felinos u otros mamíferos. Sus hallazgos revelaron una pequeña deleción dentro del cromosoma X de un gato que eleva la actividad del gen Arhgap36, un gen previamente no asociado con la pigmentación. Esta mayor actividad parece ser el catalizador para cambiar las células productoras de melanina del gato hacia el naranja.
Estos descubrimientos ponen fin a décadas de investigación sobre la base genética de los gatos de color jengibre. Christopher Kaelin, genetista y autor principal del estudio de Stanford, destaca que esta coloración “ha sido reconocida durante más de un siglo [como] una especie de excepción a las reglas genéticas que explican la coloración en la mayoría de los mamíferos”. El desafío radicaba en el hecho de que el pelaje naranja no era causado por un único “gen naranja”, sino más bien por una “mutación naranja” dentro de un gen desconocido.
La prevalencia de gatos naranjas entre los machos sugirió fuertemente un rasgo ligado al sexo, específicamente ligado al cromosoma X. Esta teoría fue corroborada por el descubrimiento de la inactivación del X de la genetista británica Mary Lyon en 1961. En las hembras mamíferas, las células desactivan aleatoriamente uno de los dos cromosomas X heredados de sus padres. Esto previene complicaciones genéticas que podrían surgir al tener un cromosoma X extra.
Los gatos machos, como la mayoría de los mamíferos machos, poseen un cromosoma X y un cromosoma Y. En consecuencia, los gatitos machos que heredan la mutación naranja de sus padres mostrarán un pelaje completamente naranja. Por el contrario, las gatas, con dos cromosomas X, pueden exhibir una variedad de patrones de pelaje. Si un cromosoma X porta la mutación naranja, la inactivación del X da como resultado parches naranjas, marrones o negros, dependiendo de qué cromosoma X esté activo en regiones específicas de la piel. Esto conduce a patrones de pelaje carey (naranja y negro moteado) o calicó (un mosaico de naranja, negro y blanco).
A lo largo de los años, los científicos redujeron gradualmente la ubicación de la mutación clave en el genoma del gato. Hiroyuki Sasaki, genetista y autor principal del estudio de la Universidad de Kyushu, declaró que “La región candidata tenía más de 10 genes, ninguno de los cuales era conocido por la regulación de pigmentos”. Tanto los equipos de la Universidad de Stanford como los de la Universidad de Kyushu emplearon la secuenciación del genoma completo de gatos con diferentes colores de pelaje para identificar variaciones en el cromosoma X.
Ambos equipos de investigación identificaron de forma independiente la pequeña mutación, que se encontraba cerca del gen Arhgap36. Como explica Kaelin, la mutación no interrumpió la expresión del gen, sino que afectó su actividad, específicamente en las células productoras de melanina. Este tipo de mutación se considera inusual.
Los hallazgos ofrecen información valiosa sobre la función del gen. Lyons enfatiza que “Esto nos dice que la salud es una interacción compleja de genes y sucesos durante el proceso de desarrollo”.
Si bien los gatos naranjas y carey a menudo se asocian con comportamientos específicos, como ser divertidos, amigables o traviesos, no existe evidencia científica que respalde un vínculo directo entre el color del pelaje y el comportamiento, según Barsh. Los investigadores ahora están explorando si la mutación podría desempeñar un papel en el comportamiento. Sasaki sugiere que, dado que Arhgap36 se expresa tanto en las células pigmentarias como en el cerebro y las glándulas hormonales, su expresión alterada podría influir potencialmente en la actividad neuronal y el comportamiento.
Barsh concluye que la mutación naranja en los gatos probablemente no confiere ninguna ventaja o desventaja inherente. La persistencia del rasgo se atribuye a su atractivo estético, ya que la gente encuentra atractivos a los gatos naranjas y, por lo tanto, los ha criado selectivamente.
Científicos identificaron el mecanismo genético del pelaje naranja en gatos: una pequeña deleción cerca del gen Arhgap36 en el cromosoma X, que aumenta su actividad y cambia la producción de melanina a naranja. Este hallazgo, realizado independientemente por investigadores de Stanford y la Universidad de Kyushu, destaca la genética única del gato y plantea interrogantes sobre la posible relación entre esta mutación y el comportamiento felino. Tal vez el gato “perfecto” aún guarda más secretos por descubrir.
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