A partir del lunes, Meta enfrenta un juicio antimonopolio de alto riesgo en Estados Unidos, donde el gobierno alega que la compañía construyó ilegalmente un monopolio de redes sociales. El resultado podría impactar significativamente a Meta y a otros gigantes tecnológicos, pero una potencial intervención del expresidente Donald Trump añade una capa de complejidad, dada su relación pasada con el CEO de Meta, Mark Zuckerberg, y su disposición a desafiar las normas establecidas.
El próximo juicio contra Meta, que comenzará el lunes, presenta un importante desafío antimonopolio para la empresa de Mark Zuckerberg, alegando la creación de un “monopolio de redes sociales” a través de una “conducta anticompetitiva”. Si el juez fallara a favor del gobierno, Meta podría enfrentarse a una separación forzosa, lo que potencialmente requeriría la venta de Instagram y WhatsApp. Esta batalla legal, sin embargo, se complica por la posibilidad de una intervención política, específicamente del expresidente Donald Trump.
La Comisión Federal de Comercio (FTC), la agencia que encabeza el caso, ha operado históricamente con un cierto grado de independencia. Sin embargo, el artículo destaca las preocupaciones sobre una posible interferencia política, dadas las acciones pasadas de Trump durante su segundo mandato, donde fue acusado de socavar las normas en todo el poder ejecutivo. Este contexto plantea interrogantes sobre la imparcialidad del proceso.
Añadiendo complejidad, Zuckerberg ha cultivado activamente una relación con Trump. El artículo cita cenas privadas, apariciones públicas y ajustes en la plataforma como evidencia de esta alianza. Por ejemplo, Zuckerberg comentó a los empleados de Meta en enero sobre la “oportunidad de tener una asociación productiva” con el gobierno. Además, Zuckerberg fue visto en la Casa Blanca el 2 de abril, el mismo día en que los informes indicaban que estaba presionando a Trump para resolver el caso de la FTC.
El exsecretario de Trabajo Robert Reich, un conocido crítico de ambas figuras, subrayó la posibilidad de influencia, afirmando: “Recuerden cómo Mark Zuckerberg comenzó a acercarse a Trump cuando Meta donó $1 millón a su investidura. Pues ahora Zuckerberg está tratando de cobrar, según se informa, presionando a Trump para que resuelva la demanda antimonopolio de la FTC contra Meta. Por eso siempre hay que seguir el dinero”. Esta declaración enfatiza la posibilidad de un acuerdo de quid pro quo.
Los orígenes del caso se remontan al primer mandato de Trump, con la FTC, incluidos los comisionados nombrados por Trump, iniciando la investigación sobre las adquisiciones de Instagram y WhatsApp por parte de Meta. Si bien la demanda inicial fue desestimada, la FTC, bajo el liderazgo de los designados por el presidente Biden, presentó una queja más sólida. El juicio estará presidido por el juez James Boasberg, cuyas decisiones anteriores contra Trump añaden otra capa de intriga.
Las críticas de Trump al juez Boasberg, calificándolo de “lunático radical de izquierda” y pidiendo su destitución, intensifican aún más la situación. Aunque las opiniones personales de un presidente normalmente no tienen ninguna influencia en un juicio federal, el artículo sugiere que estas no son circunstancias ordinarias.
El artículo también detalla el despido por parte de Trump de los dos comisionados demócratas de la FTC, a pesar de una sentencia del Tribunal Supremo en contra de tales acciones sin causa. Los comisionados están demandando a Trump, lo que destaca la posibilidad de manipulación política dentro de la agencia. Como advirtió Rebecca Slaughter, una de las comisionadas, “el presidente ha sido muy claro al dirigir a las fuerzas del orden para que ataquen a sus enemigos y favorezcan a sus aliados”.
La cuestión de si Zuckerberg es visto como un amigo o un enemigo por Trump es fundamental para la narrativa. Las declaraciones pasadas de Trump, incluida la acusación de que Zuckerberg estaba conspirando contra él y la amenaza de encarcelamiento, sugieren una relación compleja. Sin embargo, otras interacciones, como una cena en Mar-a-Lago y los comentarios positivos de Zuckerberg sobre Trump, pintan un panorama diferente.
Las acciones de Zuckerberg, como la institución de un “cambio de imagen MAGA” de Facebook y otras plataformas y el apoyo a otros directores ejecutivos de tecnología en la investidura de Trump, indican además un intento de alinearse con las opiniones políticas de Trump. Estas medidas sugieren un esfuerzo estratégico para apaciguar a Trump y potencialmente influir en el resultado del caso de la FTC.
La elección de Trump para dirigir la FTC, Andrew Ferguson, ofrece cierta información sobre la postura de la agencia. Ferguson declaró que los abogados de la comisión están “ansiosos por actuar” contra Meta. Sin embargo, cuando se le preguntó sobre la posibilidad de que Trump interviniera, Ferguson reconoció la autoridad del presidente al tiempo que expresaba su confianza en que Trump respetaría el estado de derecho.
Meta, en previsión del juicio, también ha adoptado argumentos favorables a Trump. Un portavoz de la empresa enfatizó la importancia de apoyar la innovación estadounidense y argumentó que la ruptura de Meta beneficiaría a China. Además, Meta planea argumentar que sus plataformas compiten con una amplia gama de otras plataformas, incluidas TikTok, YouTube y X, propiedad de China.
El próximo juicio antimonopolio contra Meta, que alega un monopolio en redes sociales, se complica por la posible intervención del expresidente Trump. Los recientes esfuerzos de Zuckerberg por cultivar una relación con Trump suscitan preocupaciones sobre la influencia política en el caso, especialmente dada la historia de Trump de desafiar decisiones judiciales y sus acciones recientes con los comisionados de la FTC. Con un juez conocido por fallos contra Trump presidiendo y el nominado de Trump para dirigir la FTC aparentemente comprometido con hacer cumplir la ley, el resultado es incierto, destacando la intersección de la estrategia corporativa, las maniobras políticas y el futuro de la regulación tecnológica.
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