Nuestra ingesta visual diaria está cada vez más dominada por dos canales distintos: uno que presenta imágenes y metraje del mundo real, y el otro inundado de contenido generado por inteligencia artificial, un fenómeno que el autor denomina “basura de IA” (o “bodrio de IA”). Este material de baja calidad, a menudo bizarro, que va desde caricaturas triviales de celebridades hasta fantasías políticamente cargadas, está distorsionando rápidamente nuestra percepción de la realidad y creando una profunda sensación de desorientación.
El panorama digital está cada vez más dominado por dos canales de imágenes paralelos: uno que presenta la realidad a través de noticias, deportes y entretenimiento, y el otro que rebosa de contenido generado por IA, a menudo de baja calidad y con mínima intervención humana. Esta “basura de IA”, como se la denomina, abarca desde imágenes banales e inútiles hasta una forma de contenido más insidiosa que distorsiona la realidad.
La omnipresencia de esta basura de IA es asombrosa, infiltrándose en todo, desde las redes sociales hasta las aplicaciones de mensajería privada como WhatsApp. El resultado no es solo un desdibujamiento de la realidad, sino una distorsión de la misma, creando una sensación de desorientación.
Un aspecto significativo y preocupante de este fenómeno es el auge de la fantasía política de derecha generada por la IA. Vídeos completos de YouTube representan escenarios ficticios donde los funcionarios de Trump triunfan sobre las fuerzas liberales. La propia Casa Blanca se ha dedicado a crear imágenes de IA, como una que representa a una mujer dominicana llorando mientras es arrestada por ICE, lo que destaca el alcance global de esta tendencia.
La politización de la IA no es un fenómeno nuevo; es una extensión de la propaganda tradicional. Sin embargo, su democratización y ubicuidad no tienen precedentes, lo que permite la creación de un número infinito de escenarios ficticios sin las limitaciones del mundo real.
La difusión de contenido de IA a través de plataformas como WhatsApp agrava aún más el problema. Debido a que no hay oportunidades para respuestas o comentarios que cuestionen la veracidad del contenido, lo que se recibe se impregna de la autoridad y la fiabilidad del remitente. Esto puede conducir a la aceptación acrítica de las narrativas generadas por IA, especialmente cuando se alinean con creencias preexistentes.
El uso de la IA para crear, idealizar y sanitizar escenarios políticos es cada vez más frecuente, a menudo presentándolos en un lenguaje visual triunfante o nostálgico.
El profesor Roland Meyer señala que la IA generativa es estructuralmente conservadora, incluso nostálgica, debido a su dependencia de datos preexistentes. Estos datos suelen estar sesgados contra la diversidad y las normas sociales progresistas, lo que luego se refleja en la salida.
Este sesgo es evidente en la creación de contenido, como las imágenes de “esposas tradicionales”, que idealizan los roles de género tradicionales y una visión nostálgica del pasado. Las líneas de tiempo de X están inundadas de imágenes de IA de mujeres descritas como hermosas, fértiles y sumisas, promoviendo la supremacía blanca, la autocracia y la fetichización de las jerarquías naturales en raza y género. La IA ya se describe como la nueva estética del fascismo.
Sin embargo, la basura de IA no siempre es tan coherente. La mayoría de las veces, es simplemente un caos de cultivo de contenido. El material en línea exagerado o sensacionalista aumenta la participación, dando a los creadores la oportunidad de ganar dinero en función de las acciones, los comentarios, etc.
Max Read descubrió que la basura de IA de Facebook es “precisamente lo que la empresa quiere: contenido muy atractivo”. Para los gigantes de las redes sociales, el contenido es contenido; cuanto más barato sea, menos trabajo humano involucra, mejor. El resultado es un internet de robots, haciendo cosquillas a los usuarios humanos para que sientan lo que sea y las pasiones que los mantienen comprometidos.
La exposición constante a las imágenes de IA, desde lo absurdo hasta lo ideológico, conduce a la desensibilización y a una sobrecarga de los paladares visuales. Esto puede crear una sensación de desorientación, donde lo real y lo irreal se vuelven indistinguibles.
La trivialización y la brevedad de la economía de la atención exacerban aún más este problema. Incluso el contenido serio se presenta como entretenimiento o como un intermedio, en una especie de música de ascensor visual.
La rápida mutación de los algoritmos alimenta a los usuarios con más y más de lo que ha cosechado y considerado interesante para ellos. Esto resulta en una incapacidad para curar el consumo de medios, incluso para los usuarios más exigentes, sumergiéndolos más profundamente en mundos subjetivos en lugar de la realidad objetiva.
La sensación de urgencia y acción que nuestro mundo desgarrado por la crisis debería inspirar se ve, en cambio, atenuada por la forma en que se presenta la información. Esto crea una nueva forma de sonambulismo hacia el desastre, no por falta de conocimiento, sino por la parálisis causada por que cada evento se filtre a través de este ecosistema perverso, solo una parte más del espectáculo visual y memético maximalista.
El artículo describe cómo el contenido generado por IA, o “basura de IA”, distorsiona rápidamente nuestra percepción de la realidad, difuminando las líneas entre lo genuino y lo fabricado visualmente. Esta proliferación, impulsada por algoritmos de redes sociales y estrategias de granjas de contenido, abarca desde entretenimiento trivial hasta propaganda política, a menudo reforzando narrativas sesgadas y nostálgicas. La constante avalancha de este contenido conduce a la desensibilización, la desorientación y una parálisis ante las crisis del mundo real, sugiriendo que corremos el riesgo de caminar dormidos hacia el desastre en medio de un espectáculo visual maximalista.
Para navegar este nuevo panorama, la alfabetización mediática crítica y un esfuerzo consciente por buscar fuentes diversas y verificadas son esenciales, para no perder nuestra capacidad de discernir la verdad del reino en constante expansión de las ilusiones fabricadas por la IA.
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