¿Alguna vez has notado cómo puedes retomar un pasatiempo después de un largo descanso y aún sentirte relativamente cómodo? Una nueva investigación de la Universidad Northeastern sugiere que nuestras células podrían ser la razón. Los científicos han descubierto que las células poseen una “memoria” de la fuerza, un empuje o tracción sobre un objeto, y que estos cambios persisten incluso después de que la fuerza se elimina, lo que podría explicar por qué el ejercicio intermitente puede tener beneficios similares a los entrenamientos continuos.
Nuestras células poseen una forma de memoria, particularmente en lo que respecta a las fuerzas que experimentan, lo cual tiene implicaciones significativas para el ejercicio. Esta innovadora investigación de la Universidad Northeastern desafía la comprensión convencional de las respuestas celulares al estrés mecánico, revelando que las células retienen los efectos de la fuerza incluso después de que esta se elimina.
Antes de este estudio, se creía ampliamente que el impacto celular de la fuerza era transitorio, cesando inmediatamente tras su eliminación. Sin embargo, Ning Wang, profesor de bioingeniería y director del Instituto de Mecanobiología de Northeastern, y su equipo demostraron que este no es el caso. Wang afirma: “Una vez que se elimina la fuerza, la gente pensaba que el efecto en la célula había terminado; demostramos que no es cierto. Las células recuerdan lo que experimentaron antes, y se tiene el mismo impacto después de que se elimina la fuerza”. Este hallazgo altera fundamentalmente nuestra percepción de cómo las células reaccionan a los estímulos físicos.
El hallazgo clave del estudio es que los efectos celulares de la fuerza se acumulan con el tiempo, independientemente de si la fuerza se aplica de forma continua o intermitente. Esto significa que las ráfagas cortas de ejercicio pueden ser tan efectivas como los entrenamientos más largos y continuos para desencadenar respuestas celulares beneficiosas.
Los investigadores aplicaron fuerza a células epiteliales de hámster agitando una pequeña perla magnética unida a la superficie celular. Probaron la aplicación de fuerza continua durante 30 y 60 minutos, y la aplicación de fuerza intermitente, que consistía en múltiples episodios de 2 o 10 minutos intercalados con períodos de descanso, también durante 60 minutos. Los resultados mostraron que tanto 60 minutos de fuerza continua como 60 minutos de fuerza intermitente produjeron efectos celulares similares.
El mecanismo celular detrás de esta memoria involucra el citoesqueleto y la proteína YAP. A medida que se aplica la fuerza, las células construyen su citoesqueleto con una proteína llamada actina. Una vez que se alcanza una cantidad crítica de actina, desencadena que la proteína YAP se mueva del citoplasma de la célula a su núcleo. Dentro del núcleo, YAP se une al ADN e inicia una serie de señales químicas, lo que conduce a la expresión de un gen llamado CTGF. Esta expresión génica es un indicador clave de la respuesta de la célula al estrés mecánico.
Los investigadores descubrieron que 30 minutos de fuerza continua eran insuficientes para desencadenar la translocación de YAP y la posterior expresión génica. Sin embargo, tanto 60 minutos de fuerza continua como 60 minutos de fuerza intermitente, con períodos de descanso, fueron suficientes para lograr este efecto. Esto resalta la importancia de acumular fuerza por encima de un cierto umbral, en lugar de la aplicación continua de fuerza.
Esta investigación tiene implicaciones significativas para los regímenes de ejercicio, particularmente para las personas con movilidad o resistencia limitadas. Los hallazgos sugieren que las ráfagas cortas de ejercicio, similares a las del entrenamiento a intervalos, pueden ser tan efectivas como los entrenamientos más largos y continuos para lograr los beneficios celulares del ejercicio. Esto es particularmente prometedor para las personas mayores o aquellas con limitaciones físicas, ya que ofrece un enfoque de ejercicio más accesible y potencialmente menos extenuante.
Wang enfatiza el contraste entre la memoria celular de la fuerza y la sensación inmediata de dolor. Explica: “Una persona fuerte te empuja y sientes dolor, y luego se libera la fuerza y el dolor desaparece después de unos segundos. Demostramos que no es cierto si agitas suavemente las células: recuerdan eso durante al menos 30 minutos, a veces incluso 60 minutos”. Esto resalta el impacto único y duradero de la fuerza en las células en comparación con otras respuestas corporales.
En esencia, el estudio revela que las células son notablemente adaptables y poseen una memoria sofisticada de su entorno mecánico. Wang concluye: “Las células son en realidad muy, muy inteligentes de alguna manera. Cualquier cosa que les hagas, lo recuerdan”. Esta comprensión abre nuevas vías para optimizar las estrategias de ejercicio y promover la salud celular.
Las células demuestran una “memoria” de la fuerza, conservando efectos incluso después de eliminar la fuerza. Esta investigación revela que ráfagas cortas y repetidas de estrés mecánico, similares a las del ejercicio a intervalos, pueden desencadenar las mismas respuestas celulares que los entrenamientos continuos, lo que podría beneficiar a personas con movilidad limitada. La exploración adicional de la mecanobiología celular podría revolucionar los enfoques del ejercicio y la salud.
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