El roboticista de la Universidad de Harvard, Robert Wood, y su equipo han estado desarrollando RoboBee, un robot diminuto capaz de volar, durante varios años. El objetivo final es crear un enjambre de estos robots interconectados, pero lograr un vuelo sostenido y sin ataduras a tan pequeña escala presenta desafíos significativos. Los avances recientes se han centrado en mejorar las capacidades de RoboBee, y el último avance implica permitirle aterrizar.
Hace varios años, el laboratorio de Robert Wood en la Universidad de Harvard logró un avance significativo con la creación de RoboBee, un robot en miniatura capaz de vuelo parcialmente sin cables. Esto marcó el comienzo de un proyecto destinado a superar los desafíos de la robótica a escala de insectos.
Con el tiempo, la plataforma RoboBee ha demostrado notables avances en sus capacidades. Por ejemplo, el robot ha sido diseñado para volar, bucear y flotar, mostrando el progreso del equipo en el control de sus movimientos.
Además, la iniciativa RoboBee se ha esforzado constantemente por lograr un vuelo sostenido y sin cables, un obstáculo tecnológico considerable a escala de insectos. Esto se debe a las fuerzas únicas que entran en juego a este tamaño. En 2019, el grupo de Wood presentó el RoboBee X-Wing, una versión mejorada que estableció un récord como el robot a escala de insectos más ligero en lograr un vuelo sostenido y sin cables.
Sin embargo, el enfoque del equipo no se ha limitado solo al vuelo. En 2021, exploraron la biomecánica del poderoso golpe del camarón mantis, creando un pequeño robot para replicar ese movimiento. Esto ilustra el interés más amplio del equipo en inspirarse en la naturaleza para avanzar en la robótica.
A pesar de estos otros proyectos, el proyecto RoboBee ha continuado evolucionando. El equipo se concentró recientemente en mejorar las capacidades de aterrizaje del robot, un aspecto crucial de su funcionalidad.
El desafío de aterrizar de forma segura era significativo. Como explicó el coautor Christian Chan, estudiante de posgrado en el laboratorio de Wood, las estrategias de aterrizaje anteriores implicaban simplemente dejar caer el robot desde una pequeña altura, confiando en la suerte para un aterrizaje en posición vertical y seguro.
La clave para mejorar los aterrizajes reside en minimizar la velocidad al acercarse y disipar eficientemente la energía del impacto. Incluso a su pequeño tamaño y peso, RoboBee puede generar una considerable energía de impacto, que necesita ser gestionada durante el aterrizaje.
Para abordar esto, el equipo se inspiró en la mosca grúa. Este insecto, con una envergadura y tamaño corporal similares a RoboBee, posee apéndices largos y articulados que amortiguan eficazmente los aterrizajes.
En consecuencia, la biomecánica de la mosca grúa sirvió como modelo para el nuevo tren de aterrizaje de RoboBee. Esto demuestra el compromiso del equipo con la biomimética, utilizando las soluciones de la naturaleza para resolver problemas de ingeniería.
Los detalles de este logro, incluido el diseño y la funcionalidad del tren de aterrizaje mejorado, se describen en un nuevo artículo publicado en la revista *Science Robotics*. Esta publicación significa un paso significativo en el proyecto RoboBee y la robótica a escala de insectos.
El proyecto RoboBee de Harvard ha logrado un hito importante: dominar aterrizajes controlados inspirados en la biomecánica de la mosca grúa. Este avance, basado en logros previos como el vuelo sostenido y la imitación del golpe del camarón mantis, acerca al equipo a su objetivo final de crear un enjambre de robots diminutos e interconectados. A medida que RoboBee continúa evolucionando, ¿qué aplicaciones imprevistas podrían surgir de esta maravilla de la ingeniería en miniatura?
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