El fracaso de la apuesta trumpista tecnológica

El año pasado, un grupo selecto de multimillonarios de la tecnología se unió a la candidatura de Donald Trump. Muchos no habían sido republicanos de toda la vida. En 2016, el capitalista de riesgo Marc Andreessen declaró a Hillary Clinton la “elección obvia” para presidenta, diciendo que la agenda de inmigración de Trump “me revuelve el estómago”. Elon Musk, por su parte, había sido un defensor del clima que apoyaba a Obama. Sin embargo, ellos, y muchos otros en sus círculos, encontraron la manera de apoyar a un insurrecto abiertamente autoritario en 2024.

Inicialmente, un número significativo de multimillonarios tecnológicos, a pesar de no ser republicanos de toda la vida, se unieron a la candidatura de Donald Trump en 2024. Este cambio fue particularmente sorprendente dadas las posturas anteriores de algunas figuras prominentes. Por ejemplo, Marc Andreessen, un capitalista de riesgo, había calificado previamente a Hillary Clinton como la “opción obvia” y criticado las políticas de inmigración de Trump. De manera similar, Elon Musk, que alguna vez apoyó las iniciativas climáticas de Barack Obama, también se alineó con Trump. Este apoyo colectivo de la élite tecnológica plantea interrogantes sobre las motivaciones detrás de su lealtad política.

La derecha tecnológica ofreció varias justificaciones para respaldar a Trump, algunas de las cuales eran abiertamente egoístas. Las promesas de Trump de reducir la supervisión regulatoria de sus empresas y reducir la fiscalidad del capital eran claramente atractivas. Sin embargo, a menudo insistían en que su principal preocupación era el bienestar de la nación, argumentando que las políticas pro-empresariales de Trump estimularían el crecimiento económico y los avances tecnológicos, asegurando así la prosperidad y el dominio global de Estados Unidos.

A pesar de estas afirmaciones, la inversión de la derecha tecnológica en Trump ha sido, posiblemente, un fracaso al considerar sus objetivos declarados de maximizar el crecimiento económico estadounidense, el progreso tecnológico y la posición global. Tres meses después de su presidencia, Trump ha cumplido con algunas de las solicitudes de la derecha tecnológica de alivio regulatorio. Sin embargo, el impacto de sus políticas se extiende mucho más allá de estos estrechos beneficios.

El apoyo de la derecha tecnológica a Trump surgió de una confluencia de factores, incluida una amenaza financiera percibida por parte del Partido Demócrata. Muchos capitalistas de riesgo estaban fuertemente invertidos en la industria de las criptomonedas, que la administración Biden veía con escepticismo, lo que llevó al escrutinio regulatorio e incluso a acciones legales contra algunos magnates de las criptomonedas. Además, la aplicación antimonopolio de la administración Biden, las regulaciones propuestas sobre la IA y los planes para gravar las ganancias de capital no realizadas se consideraron perjudiciales para los intereses financieros de los multimillonarios tecnológicos.

Más allá de las consideraciones financieras, las quejas culturales también jugaron un papel. La derecha tecnológica sentía que la izquierda “despierta” despreciaba el éxito y a los hombres blancos exitosos, y que las ideologías de justicia social estaban causando interrupciones internas en el lugar de trabajo. Las promesas de Trump de abordar estos problemas resonaron en este segmento de la comunidad tecnológica.

Algunos magnates de Silicon Valley, como Andreessen y Horowitz, fueron más allá del interés propio y las quejas culturales, argumentando que la elección de Trump era esencial para salvaguardar el “futuro de Estados Unidos”. Creían que Estados Unidos se enfrentaba a una crisis de bajo crecimiento económico y estancamiento de la productividad, lo que atribuían a políticas gubernamentales imprudentes que estaban obstaculizando la innovación. También argumentaron que la preeminencia económica y tecnológica de Estados Unidos era crucial para mantener la supremacía geopolítica, advirtiendo que el Partido Comunista Chino impondría su visión totalitaria de la gobernanza global si Estados Unidos flaqueara.

Las acciones de Trump, sin embargo, han socavado los mismos objetivos que la derecha tecnológica afirmaba defender. Su guerra comercial, por ejemplo, ha tenido un impacto perjudicial en el crecimiento económico estadounidense. Los aranceles generalizados, incluidos los de las importaciones chinas, han aumentado los costos para los inversores y fundadores tecnológicos, lo que podría llevar a la insolvencia de las empresas emergentes que dependen de los insumos chinos. Además, los aranceles han erosionado el valor de las principales empresas tecnológicas estadounidenses, reduciendo su capacidad para adquirir empresas emergentes.

Las consecuencias económicas de las políticas comerciales de Trump se extienden más allá del sector tecnológico. El rendimiento del S&P 500, que refleja más de cerca la salud económica general, no ha mejorado. El rastreador de crecimiento económico de la Fed de Atlanta predice una contracción del PIB, y muchos analistas creen que la economía estadounidense ya está en recesión. Los aranceles de Trump también han perjudicado desproporcionadamente a los fabricantes estadounidenses, aumentando los costos de los insumos y disuadiendo la inversión empresarial.

Las políticas comerciales de Trump también están poniendo en peligro el desempeño económico y la estatura geopolítica a largo plazo de Estados Unidos. El estatus del dólar como moneda de reserva mundial se está viendo afectado por sus erráticas políticas comerciales, lo que podría conducir a un aumento de los costos de endeudamiento y una disminución del poder adquisitivo de los consumidores estadounidenses. Además, las acciones de Trump han socavado la credibilidad diplomática de Estados Unidos, lo que ha llevado a los aliados a cuestionar su fiabilidad y a considerar a China como una superpotencia global más estable.

Más allá del comercio, la administración Trump también ha socavado el crecimiento económico y el progreso tecnológico estadounidenses a través de recortes a la financiación federal para la investigación y el desarrollo. A pesar del reconocimiento de Andreessen y Horowitz de la importancia de la inversión gubernamental en la investigación científica, la administración Trump ha cancelado o congelado miles de millones de dólares en fondos federales para la ciencia, incluidos los fondos para las principales universidades de investigación. Los economistas creen que esta austeridad frenará el progreso tecnológico y el crecimiento económico.

Además, la administración Trump ha atacado específicamente líneas prometedoras de investigación médica, como las vacunas de ARNm, y ha desalentado a las universidades de solicitar subvenciones para esta investigación. La administración también ha propuesto recortes a la Oficina de Programas de Préstamos (LPO) del Departamento de Energía, que apoya proyectos energéticos nacionales. Además, los despidos en la FDA están frenando el desarrollo de fármacos.

Finalmente, la administración Trump está poniendo en peligro el acceso de Estados Unidos a mano de obra cualificada al desalentar a los estudiantes extranjeros y a los recién graduados de que permanezcan en el país. La administración ha cancelado los visados de estudiantes y científicos extranjeros, enviando un mensaje claro a las personas talentosas nacidas en el extranjero tanto en Estados Unidos como en el extranjero. Como resultado, muchos científicos están considerando abandonar el país, y los países europeos están tratando activamente de atraerlos.

Además de estos fracasos políticos, la administración Trump también ha participado en acciones que contradicen los supuestos ideales de la derecha tecnológica. Trump lanzó su propia moneda meme, a pesar de las quejas de Andreessen sobre el supuesto fracaso de la administración Biden para combatir las “monedas meme locas y efímeras”. Además, las acciones de Trump, como la retención de fondos y contratos federales a universidades y bufetes de abogados hasta que aceptaron sus prioridades ideológicas, contradicen el estado de derecho.

En última instancia, el apoyo de la derecha tecnológica a Trump parece basarse en el interés propio más que en un compromiso genuino con la salud económica a largo plazo o la influencia geopolítica de Estados Unidos. La creencia inicial de que Trump aceleraría el crecimiento económico y el progreso tecnológico a través de recortes de impuestos y desregulación ha sido invalidada por sus acciones. El silencio de figuras prominentes como Andreessen en las redes sociales sugiere un reconocimiento de este fracaso.

La inversión de la derecha tecnológica en Trump ha sido un desastre, socavando el crecimiento económico estadounidense, el progreso científico y el prestigio global, a pesar de las promesas de desregulación y políticas pro-empresariales. Desde las guerras comerciales hasta la reducción de la financiación para la investigación y las políticas de inmigración hostiles, las acciones de Trump contradicen los objetivos que estos multimillonarios afirmaban defender. Es un recordatorio contundente de que incluso los inversores más sofisticados pueden ser engañados por ganancias a corto plazo y agravios culturales, poniendo en peligro la prosperidad a largo plazo.

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